Premio Nacional «José Fuentes Mares»-2003

​El Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares es un galardón literario anual creado por el Programa de Estudios Literarios y Lingüísticos de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez en 1985, el cual es otorgado a una escritora o escritor mexicano que haya publicado un libro en la modalidad de cuento(s), poesía o novela. El premio incluye una asignación económica y la medalla José Fuentes Mares, en honor al escritor chihuahuense. Entre los ganadores del premio se encuentran Carlos Montemayor, Javier Sicilia, José Emilio Pacheco y Alberto Ruy-Sánchez.

UACJ, Año XVIII, Número 164. Noviembre 2003

Por medio de estos importantes premios, la UACJ reconoce en toda su extensión el ejercicio de la literatura en sus vertientes de creación, reflexión crítica y política” y agregó que es de vital importancia conformar jurados sólidos y cohesionados, que integran honorables miembros de la comunidad literaria a la que pertenecen. 

Dr. Ricardo Vigueras, UACJ, Coordinador del Premio José Fuentes Mares.
Gaceta Universitaria, p. 16

«El Agua y la Sombra», de Enrique Servín, galardonada en 2003

En 2003, Enrique Servín Herrera se hizo acreedor del Premio Nacional de Literatura «José Fuentes Mares» por su poemario «El Agua y la Sombra», que recopiló la mayor parte de su producción poética hasta ese entonces, y fue publicado por la Universidad Autónoma de Chihuahua con el número 44 de la Colección Flor de Arena.


Discurso de Aceptación, por Enrique Servín Herrera

Palabras de agradecimiento 

Premio de  Literatura José Fuentes Mares 

Debo comenzar, por supuesto, por la simple expresión de mi profunda gratitud, tanto a quienes integraron el jurado, como a todas las personas e instituciones que han dado continuidad, a lo largo de ya casi dos décadas, al Premio de Literatura José Fuentes Mares por Obra Publicada; reconocimiento importante no sólo debido al prestigio que ha logrado consolidar a nivel nacional, sino igualmente por el hecho de provenir de una institución que ha redefinido, en un período muy breve de tiempo, los estándares de la educación en una vasta región del norte de México y que ha sabido destacar en áreas tan importantes como las de investigación y publicaciones. 

Un premio literario es ciertamente una importante distinción y un estímulo poderoso para cualquier escritor o artista, aún más en el caso de los poetas, quienes muy rara vez llegan a recibir en vida alicientes de ninguna clase a cambio de los muchos años de un trabajo amoroso y dedicado, del intenso esfuerzo anímico y en no pocas ocasiones incluso material que requiere su oficio. No es inusual que el poeta sacrifique -en aras de su amor por el lenguaje- tiempos y energías que de otra manera podrían haber derivado en progreso económico o de otra naturaleza. Y sin embargo la poesía es comprendida por tan sólo unos cuantos, es muy poco leída y en términos del mercado editorial, no constituye una empresa sustentable. Una compensación de este género es, pues, una ayuda generosa para seguir adelante en el ámbito del trabajo poético, retribuyendo a nuestro idioma algo de lo mucho que le debemos. También es un símbolo colectivo, una clara y orgullosa señal de que la sociedad consagra ciertos espacios a la vigilancia de su herencia y su tradición culturales. 

Un premio literario sin embargo, como el resto de las cosas de este mundo, es también un evento sujeto en última instancia a las veleidosas leyes de lo imprevisible y lo casual. Cualquier jurado, por más imparcial que fuera, tendrá sus propios gustos y preferencias estéticas e intelectuales, ya que toda literatura conoce un terreno en donde lo subjetivo y lo personal acaban siendo los últimos criterios y resultan, por lo tanto, perfectamente válidos. Así pues, el hecho de que mi trabajo haya sido esta vez el elegido para recibir este galardón no se traduce, bien lo sé, en ninguna circunstancia demasiado objetiva. Mi más sincero reconocimiento, entonces, para todos aquellos poetas que, habiendo participado en el concurso del premio que ahora recibo -y entre los cuales deberán estar, por fuerza, muchos nombres con mayores méritos y con más amplias trayectorias que el mío-, no obtuvieron esta importante distinción, esta ayuda generosa y este símbolo que, estoy seguro, merecían más que yo.  

Pero si la poesía es un arte marginal y tan poco comprendido por la mayoría, si no es más que el lenguaje de una minoría casi invisible ¿cuál es entonces su importancia? ¿Cuál es su significado verdadero y profundo? En numerosas ocasiones y en situaciones diferentes he escuchado a personas preguntarse, de la manera más llana y directa, para qué sirve la poesía. Me parece, por lo demás, una pregunta típica de los tiempos que vivimos, que son los del triunfo de la materia; de su control y manipulación. Aunque de pronto la pregunta pudiera parecernos impertinente o simplemente superflua, vale la pena aceptarla porque toca un tema importante. Me refiero al del significado del espíritu (en el sentido más amplio de la palabra) dentro del contexto que ha sido llamado de la globalización y el neoliberalismo económico. 

Los valores materiales, cuyas expresiones más elaboradas desde el punto de vista histórico, son la producción comercial, la tecnología y el dinero, y cuyos lenguajes encarnan en la economía y la política, ha ido, en efecto, relegando avasalladoramente a toda otra forma de valor en las sociedades contemporáneas. ¿Para qué sirve, entonces, la poesía? Mi respuesta más inmediata es que sirve para mantener vivo, en cualquier época y en cualquier circunstancia, al espíritu humano. Ya lo había dicho antes y de otra manera el gran poeta mexicano José Gorostiza: la poesía es la investigación de las esencias. El poema, que se gesta en la imaginación y se guarda en la memoria (dos atributos del espíritu), se perpetúa a través de las generaciones esquivando los escenarios en los que el individuo busca la posesión del mundo material, el control de los entornos exteriores y la sumisión del otro. No es casual que tanto los apologistas del estado como los fundadores de religiones hayan expresado de manera inequívoca su desconfianza frente a esta forma radical, interior y esencial de contemplar el universo y de relacionarse con él.  

Hacer poesía es imaginar mientras se contempla, es reflexionar desde el canto. La poesía es la activación de los poderes secretos del lenguaje, la búsqueda de los significados más íntimos del mundo: el poema nace de la emoción y se construye en el lenguaje, que es comunicación, acercamiento, anhelo de unidad. De ahí su enorme poder subversivo y su invicta capacidad de supervivencia. Y ciertamente: no ha existido sociedad, cultura o época que haya podido impedir la aparición, a veces inesperada, a veces heroica, de la poesía. Apenas si habría que recordar a Anna Akhmatova o a Juan de Yépez elaborando sus poemas, sin pluma ni papel, en el silencio y la oscuridad de sus mazmorras. Ahora bien, esos mismos poemas siguen leyéndose hoy en día sobre las cenizas de sus perseguidores, siguen constituyendo el orgullo de países, de lenguas o de civilizaciones enteras. El poema, hecho de mente y memoria, guardado cuando mucho en el humilde papel, ha resultado ser más fuerte que los regímenes o los imperios y sigue erigiéndose en la más elocuente cifra de la experiencia humana. 

En una sociedad como la que nos toca vivir en el tiempo actual, en la que se desdibujan las fronteras entre las legitimidades de todo orden, deshumanizada y violenta, abandonada ya casi por completo a la dictadura del dinero y de todo lo que éste puede comprar, es necesario recuperar una conciencia que nos dé fuerza para volver a ser críticos; que nos provea, partiendo de un a revaloración de lo espiritual, de la imaginación necesaria para soñar una mejor arquitectura social y una más digna concepción del individuo. Si lo logramos -no importa que sea lejos de las utopías y los paraísos soñados; no importa que sea a partir del polvo del que estamos hechos-, el poema, alimento o refugio del espíritu, dejará de ser búsqueda y habrá alcanzado el rango de las profecías. 

Enrique Servín 

Ciudad Juárez, 24 de Octubre del 2003 



Fuentes

http://enciclopedia.us.es/index.php/Premio_Nacional_de_Literatura_José_Fuentes_Mares

http://www.uacj.mx/ICSA/humanidades/licenciaturaenliteraturahispanomexicana/presentacion/Paginas/premiojosefuentesmares.aspx