Biografía

Enrique Alberto Servín Herrera

(1958-2019)

I. Infancia: Primeros acercamientos a los idiomas y la poesía
II. Juventud: Estudios en leyes e iniciación como escritor y traductor
III. Ilegal: Temporada en los Estados Unidos
IV. Reestablecimiento en Chihuahua y consolidación polifacética


I-Infancia: Primeros acercamientos a los idiomas y la poesía

Enrique Alberto Servín Herrera nació en la ciudad de Chihuahua el 28 de enero de 1958. Fue el segundo hijo de Enrique Servín Llorente y Elena Alicia Herrera Sánchez-Pareja, quienes tuvieron otros cuatro hijos después de él. Creció acompañado por sus hermanos, primos, y una indudable cercanía con su abuela materna, Julia Sánchez-Pareja, y de su tía abuela, Dominga Sánchez-Pareja, viuda del historiador chihuahuense José María Ponce de León. Estas relaciones familiares fueron determinantes en su formación académica, así como en su despertar artístico y literario; ambas mujeres le recitaban poemas de niño, mismos que habían aprendido en su juventud y conservaban en la memoria. Así lo recordaba él mismo en una entrevista realizada por Alejandro Merlín en 2013 para la revista Tierra Adentro:

«Tuve la buena suerte de crecer junto a dos mujeres que eran grandes recitadoras: mi abuela Julia Sánchez-Pareja y su hermana mayor, Dominga. Tenían gustos diferentes, porque había entre ellas una gran diferencia de edades, casi veinte años. Mientras la tía Dominga recitaba a Amado Nervo y a Manuel de Góngora, el modernista hispano- argentino, mi abuela recitaba a Juana de Ibarbourou y a José Juan Tablada. Aprendí de memoria “Ónix” quizás a los siete u ocho años. Cuando iba a su casa y no tenía nada que hacer, mi abuela me decía: “Escribe un poema y te regalo diez pesos”. Eran unas monedas grandes, de plata. Yo me sentaba en el comedor y me ponía a garrapatear cosas horribles, muy cursis. Ella las leía y las criticaba lo más benignamente que podía, así que ese fue el primer taller literario al que asistí. Más tarde, en la preparatoria, leí a los clásicos españoles, sobre todo a Quevedo y San Juan de la Cruz, a quien descubrí en una edición pequeñita y de apariencia insignificante, en una librería de segunda. No tenía ni idea de lo que iba a encontrar en esas páginas. Allí entendí lo que es la gran poesía, el deslumbramiento, el vuelo, la transfiguración mediante la palabra.»

Enrique Servín

Aquella actividad lo llevó a comprender muy temprano la condición musical de la poesía, la importancia del sonido de las palabras y a hacer de su propia memoria una biblioteca que atesoraba poemas. Quienes lo conocieron pueden dar testimonio de la forma impecable en que recitaba a sus poetas preferidos, desde Catulo –a quien recitaba en latín y español–, hasta a poetas más contemporáneos.

Su abuela Julia, primera de pie de izquierda a derecha, y su tía abuela Dominga Sánchez-Pareja, tercera de pie.

De manera paralela, el interés de Enrique por las lenguas y culturas del mundo surge de manera temprana en su vida por acercamientos fortuitos con familias de inmigrantes italianos y franceses a la ciudad de Chihuahua. Para 1972 se inició de manera autodidacta en el estudio de la lengua italiana, y el siguiente año, en lengua francesa. Apenas cuatro años después ejercía ya como profesor de ésta lengua en la Escuela Superior de Turismo, y para 1979 ingresó como profesor a la Alliance Française de Chihuahua, en donde impartiría cursos a diferentes niveles desde dicho año y hasta 1991, con algunos intervalos de por medio. Como él mismo indicó en la entrevista para Tierra Adentro:

» […] se mudaron a vivir cerca de nuestra casa unos italianos de apellido Guglielmina. Regañaban en italiano a sus hijos, quienes les contestaban indistintamente en italiano o en castellano. Un día le pregunté a mi papá que cómo era posible eso y me respondió que para ellos el italiano era “tan natural y tan entendible” como para mí el español. Quedé muy impresionado con eso. Poco después me hice amigo de esos niños y comencé a tomar notas en un cuaderno para recordar el significado de las palabras que iba aprendiendo en su casa. Así, el italiano fue mi primer “segundo idioma”. Mi madre vio mi interés y comenzó a enseñarme francés. Poco después Jean Louis Silvy, entonces director de la Alianza Francesa, me becó generosamente para tomar un par de cursos ahí, que después seguí por mi cuenta. Luego estudié ruso, a través del inglés, ya que los manuales que conseguía estaban casi todos en esta última lengua; si me encontraba con palabras o expresiones que no entendía se las preguntaba a mi abuela, que había vivido de joven en los Estados Unidos. Comencé a estudiar inglés por razones prácticas, como lengua auxiliar para estudiar otras lenguas.»

Enrique Servín

II- Juventud: Estudios en leyes e iniciación como escritor y traductor

En 1979 ingresa a la carrera de Leyes en la Universidad Autónoma de Chihuahua, mismo año en el que funda, junto con Lourdes Carrillo y Federico Urtaza, la revista Palabras Sin Arrugas, que fue una publicación literaria independiente que agrupó a diversos jóvenes creadores, entre otros Rubén Mejía, Héctor Jaramillo, Alfredo Espinosa, Micaela Solís, Rubén Alvarado y Rogelio Treviño. Esta revista duraría poco más de cinco años, entre altas y bajas, y serviría como plataforma para la poesía no sólo de Enrique, sino de sus colaboradores rumbo a publicaciones y carreras literarias importantes.

Comparte Micaela Solís que conoció a Enrique aproximadamente en 1983, año en el que tomaron unos talleres de dramaturgia y teatro con el maestro Victor Hugo Rascón Banda, en el Tecnológico de Chihuahua. Solís comparte que en aquellos años existía un consejo editorial en donde se apoyaban y enriquecían unos a otros, como lo fue Letras al Márgen, con Rubén Mejía y Enrique Servín quienes semanalmente publicaban un suplemento cultural. Este esfuerzo se transformaría en Pro Logos tras haber hecho suficiente presencia local , y que si bien no había un instituto cultural fuerte o dedicado, sí había gente bien intencionada relacionada con la promoción cultural estatal que les abrieron las puertas a estos jóvenes.

Solís comenta que posteriormente Pro Logos daría forma a la Revista Azar y por otro lado a Cuadernos del Norte; en Azar quedaría lo más artístico, lo literario, mientras que Cuadernos del Norte pasaría a ser un suplemento más histórico. Fueron tiempos mucho más positivos y propositivos, en donde se permitió toda esta presencia cultural interesante y su desarrollo, incluso afirma que estos esfuerzos llegarían a cambiar la fisionomía cultural del estado. Hubo renacimientos de lo que en los 60s y 70s se conocieron como «Peñas», que eran encuentros musicales, lecturas de poesía, talleres artísticos, etc. Gente como el Arquitecto Arras o Eva Lucrecia Herrera lograrían introducir poco a poco a este grupo de jóvenes a círculos de los chihuahuenses «grandes», como Carlos Montemayor, Ignacio Solares, Rascón Banda, Benjamín Domínguez, y el escultor Enrique Carbajal «Sebastián», quienes les ayudarían abriendo puertas y promoviendo oportunidades culturales.

Durante sus años universitarios, Enrique siguió estudiando diversas lenguas como el polaco, alemán, portugués, catalán y árabe, iniciándose también como traductor de poesía con autores como Anna Akhmátova, Wislawa Szymborska, Ossip Mendelsstam, Paul Eluard, Jacques Prévert, Tadeusz Rozewicz, Joan Maragall, Zbigniew Herbert, etcétera.

En 1984 termina la carrera de Derecho, y para el año siguiente se recibe de abogado. En ocasión de su examen de recepción, Eva Lucrecia Herrera, familiar de Enrique y quien trabajara con él de manera próxima durante las siguientes décadas, comparte la siguiente anécdota:

«Estaban al frente tres o cuatro sinodales, el presidente del jurado, y a través de un sistema de una urna con fichas con temas predeterminados había que extenderse al respecto y dar resolución legal según correspondiera. Recuerdo que le tocó un caso jurídico en la primera ficha.
Lo veías delgado delgado, con un traje y un saco todo rabón, con un cuello largo – mi madre le decía Sacudidor de la luna-. A la hora que abrió la ficha empezó a sudar y le veías las gotas que corrían; abría y cerraba libros sobre la mesita central. Finalmente no dio resolutivo al caso jurídico, y los sinodales se miraban entre ellos. El presidente del jurado le dijo:
«Bueno, a ver Servín, veamos la siguiente ficha».
En ese momento saca una ficha con el tema de La historia del Derecho Romano. Fue algo impactante, nos volteó a ver y se sonreía con satisfacción, y se explayó con toda la referencia histórica sobre el derecho romano, explicación larguísima, desde los griegos y siguió adelante, etc. No le paraba la boca. Eso lo tenía conocidísimo y muy documentado. Ahora los sinodales se volteaban a ver porque tenía un tiempo límite y hasta le pidieron que parara, porque se explayó en demasía.
Los sinodales se retiraron a un rincón y volvieron para decirle: Enrique Servín, queda usted aprobado por unanimidad. Por favor pónganse todos de pie pues le haremos la protesta y el juramento. Parafernalia de la toma de protesta; le veías la cara de felicidad, posterior a esa cara de angustia de la primera ficha. Nosotros los invitados queríamos ir a festejarlo y abrazarlo, pero los sinodales nos pidieron un momento;
«Quisiéramos hacerle una recomendación al licenciado Servín -dijeron-, si usted va a tomar un caso jurídico durante su vida profesional, por favor estudie bien los casos, que de otro modo los va a perder».
Enrique se sonrió con una sobrisa burlona, socarrona, sabiendo que ya había sido aprobado, y le agradeció cordialmente:
«Jamás me voy a dedicar a la abogacía».
Todos los sinodales y el presidente se quedaron atónitos con la respuesta. Silencio sepulcral.»

Eva Lucrecia Herrera

Posterior a su examen de recepción continúa estudios de lenguas como el malayo-indonesio, y realiza traducciones de Toeti Herati y Subagio Sastrowardojo. Todo esto a la par de su colaboración en el suplemento cultural Pro-Logos, en donde se le invita a publicar poesía propia, y en donde traduce a Czeslaw Milosz, Adam Wazyk, Anna Swirszczynska, Yukio Mishima y Carles Riba, entre otros.

Llega también a colaborar en el suplemento Letras al Márgen, en donde publica traducciones y poesía. Aparece también en la Asamblea de Poetas Jóvenes, de Gabriel Zaid. Hacia finales de los ochenta publica artículos sobre literatura japonesa, y en 1988 asiste al Segundo Encuentro de Escritores de la Frontera Norte, que se celebró en Tijuana, Baja California. Algunas de sus traducciones son publicadas en dicha ciudad en la revista La Ranura del Ojo. A su regreso a Chihuahua se involucra como miembro fundador de la revista Raza-azaR.

III- Temporada en los Estados Unidos

Bajo circunstancias que resultan poco claras aún, pero que se resumen en complicaciones para encontrar empleo en Chihuahua hacia 1986, Enrique Servín decidió irse con un amigo, Jesús Arzaga, de manera ilegal a buscar trabajo una temporada a Albuquerque y Los Ángeles, California, en los Estados Unidos, en donde vivió en casa de su tío Óscar Ordaz Sánchez-Pareja hasta 1990. Noel René Cisneros, amigo muy cercano de Enrique y futuro biógrafo de éste, escribe que esta experiencia en Los Ángeles fue muy enriquecedora pues Enrique llegaría a describir la ciudad como «una de las Babilonias de nuestro tiempo«; esto por la diversidad de gente, pueblos, costumbres y, por supuesto, las lenguas que éstos utilizaban y que fascinaban a Enrique.

Arzaga comparte que el primer trabajo de ambos en Albuquerque (previo a Los Ángeles) sería como albañiles en un poblado que se llama Bernalillo; también juntaban aluminio en las construcciones el cual vendían posteriormente. Acerca de la personalidad de Enrique en aquellos tiempos, Jesús afirma que «Enrique tenía el don de rodearse de gente muy interesante, y no porque lo buscara él, sino porque lo buscaban a él«.

Ya en los Ángeles, el tío Óscar -cuenta Arzaga- tenía un amigo japonés de apellido Yamada que administraba el Mall del New Otani Hotel en Little Tokyo, y le consiguió trabajo a Enrique allí, quien a su vez jaló a Arzaga. Era un trabajo nocturno y les pagaban muy bien; había que barrer, trapear, limpiar los baños y los vidrios de las tiendas del mall. Enrique era «malísimo para trapear», por lo que Arzaga solía ayudarle con sus áreas para terminar a tiempo previo a que llegara el señor Yamada a supervisarlos.

El Mall en Little Tokyo. Tomado de The Japanese American National Museum.

Allí mismo dentro del mall existía una librería japonesa, y en una ocasión Enrique admiraba los libros, sus nombres y los autores en japonés, cuando en eso llegó el señor Yamada y se puso detrás de Enrique sin que él se diera cuenta; Arzaga estaba «como tumba», cuando en eso suelta Enrique:

-Mire Chuyín (Arzaga), ¡es el Genyi Monogatari de Lady Murasaki!

Y cuenta Arzaga que el Sr. Yamada gritó:

-«¡¿Cómo es que hablas japonés?!

«En Albuquerque convivimos con personajes como el pintor excepcional Javier Fuentes, el escritor Fructuoso Irigoyen, e incluso llegó acompañarnos el director de Bellas Artes, Francisco Sáenz Amezaga, cuñado del matemático Maurilio Castillo. ¡Qué cantidad de gente conocía Enrique!
Los Ángeles fue maravilloso para Enrique; solamente en el edificio de departamentos donde vivía el tío Oscar vivían polacos, armenios, iraníes, cubanos. Sabes que los europeos son políglotas y Enrique era, como decía un amigo de Don Óscar, «una Hidra de Mil Lenguas«.

Arzaga

En una ocasión llamó a casa de don Óscar una señora llamada Carmen de Neve; un amigo de Óscar le habló sobre Enrique y lo contrató para dar clases de inglés y español en su escuela. Vivía lejos, pero Enrique se iba caminando porque decía que así era la única manera de conocer la ciudad. Había cerca un centro comunitario Armenio y afuera había un anuncio sobre un famoso poeta armenio que iba a dar una conferencia; cuando lo vio Enrique le comentó a Arzaga que él mismo había hecho una traducción de uno de sus poemas, por lo que fue a verlo. Arzaga no recuerda el nombre del poeta, pero sí recuerda que al final terminaron platicando como viejos conocidos. Esa vez, como ya era noche cuando terminó el evento y su charla con el poeta, Enrique se subió al camión y subió también una familia, o algo por el estilo. Enrique le contaría a Arzaga eventualmente que eran de Irán y resultó que eran de religión zoroastriana. Tiempo después Enrique empezó a escribir un poema y así lo llamó: Jóvenes zoroastrianos.

Allá en Los Ángeles Enrique tenía tres rutinas: visitar librerías de segunda, comer en restaurantes del medio oriente, y los fines de semana en la casa del tío Óscar era ver películas clásicas, pues don Óscar tenía una gran colección. Eran fines de semana Budweiser.

Sobre su primera rutina, visitar librerías, Arzaga recuerda que a Enrique le encantaba ir a Pasadena porque había una librería específica, Oriental Bookstore, de un judío, pero sobretodo porque al lado había un restaurante de comida tailandesa donde Enrique solía pedir un pollo a la menta delicioso. Cabe mencionar que cuando recién dejaron Chihuahua para irse a los Estados Unidos, Enrique llevaba apenas una maleta pequeña y, a su regreso, cargaba con una maleta de lona del Army llena de libros, principalmente sobre gramáticas variadas. Es durante esta temporada fuera de México que Enrique comienza a consolidar de manera más constante el núcleo de su famosa biblioteca personal, que es única e importantísima no sólo en el norte de México, sino del país entero, por la diversidad de lenguas y sistemas de escritura de las obras que atesoró a lo largo de su vida.


Sobre su segunda gran rutina, Arzaga cuenta que Enrique parecía conocer, de modo inexplicable, muchos restaurantes. Sus preferidos estaban en West L.A., en donde había gran cantidad de comida persa y de la India. Él vivía cerca de China Town, donde le gustaba salir a comer, o sentarse a ver a la gente y escuchar música China. Cerca de ahí pero ya fuera del barrio chino había un restaurante comunal donde las mesas eran muy grandes y solían sentarse Enrique y Arzaga entre los comensales: le gustaba sacarles plática. En una ocasión invitó a comer a Arzaga a un restaurante etíope en alguna ciudad alejada; enfrente del restaurante había un individuo pintando un mural de la virgen de Guadalupe y fueron a verlo. Resultó ser el pintor Javier Fuentes, de Albuquerque, amigo de Enrique.

La decisión de Enrique de dejar los Estados Unidos se vio fuertemente influenciada por la tromba de 1990 que cayó en su ciudad natal, Chihuahua. Gente cercana a él se vio afectada de manera directa, por lo que decidió volver y prestar su ayuda a familiares y amigos que sufrieron a causa de la catástrofe. Otra circunstancia de suma importancia que le llevó a permanecer en Chihuahua, sería la muerte de su padre Enrique Servín Llorente, en mayo de 1991.

IV- Reestablecimiento en Chihuahua y consolidación polifacética

El regreso a Chihuahua marcó un importante parteaguas en la carrera de Enrique Servín, no sólo porque volvería para ya quedarse, sino porque la década de 1990 lo vería consolidarse como una figura literaria de importancia no sólo local ni estatal, sino nacional. La variedad de puestos que Enrique tuvo en diferentes instituciones culturales fueron consolidando en él una pasión muy clara por preservar la riqueza intangible estatal, es decir, por proteger las lenguas y culturas indígenas y por apoyar y difundir eventos artísticos y literarios.

Un logro importante para Enrique Servín como poeta sería la publicación en 1990 del cuadernillo de poesía Así de Frágil será el pasado, por la editorial Praxis-Dos Filos, de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Esta fue la primera vez que se le publicaría de manera importante a nivel nacional, y sería el cuadernillo en el que su primera antología poética diera prueba de su habilidad y maestría de la palabra, y como dijera Noel Cisneros, en esa obra Enrique daría a conocer «la sensibilidad que caracteriza a toda su producción poética«.

Sus primeras experiencias laborales dentro de las instituciones culturales de Chihuahua se dieron cuando fue contratado, durante el gobierno de Fernando Baeza, por Eva Lucrecia Herrera, en ese entonces Jefa de Cultura del Estado, para trabajar en diversos proyectos que había que ponderar y apoyar. Herrera recuerda que en 1991 Enrique y la poeta Micaela Solís, hicieron una propuesta interesantísima en tiempos de la guerra en oriente, que se llamó Operación Tormenta de Poesía, y que consistía en «contrarrestar el bombardeo de oriente inundando Chihuahua de poemas relativos a la paz».

Este evento fue una protesta pacifista en contra de la escalada de violencia en el Golfo Pérsico, y se hizo lo necesario para mandar imprimir más de un centenar de poemas en un millón y medio de volantes reciclados de colores, se rentó una avioneta, y volaron por encima de Chihuahua y Ciudad Juárez, llenándolas de mensajes de paz. Si bien había inquietud acerca de la basura que el evento generaría, lo sorprendente fue que la gente recogía las hojas y las llevaba consigo a casa, al trabajo, en sus paseos, de modo que fue un proyecto bello y bien logrado.

Una vez que Herrera fue nombrada Jefa de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Chihuahua, inmediatamente contrató a Enrique Servín como Jefe de Literatura de dicho departamento. Hubo proyectos de apoyo a la literatura local en forma de plaquettes, pues no existían fondos para libros completos, pero estos plaquettes, con ediciones de hasta mil ejemplares, resultaron también aciertos de Enrique como Jefe del departamento. Es en este momento que surge la Colección Flor de Arena, y fue gracias a esta colección que se siguieron publicando plaquettes y eventualmente libros de voces nuevas de Chihuahua.

Enrique Servín, Dolores Batista y Eva Lucrecia Herrera

Enrique Servín fue desarrollando, a la par de su carrera dentro de las instituciones culturales de Chihuahua, una carrera como profesor de idiomas y como coordinador de talleres literarios que se desarrollaron en diversas partes del Estado de Chihuahua; por ejemplo, en 1992 coordinó el Taller Literario Municipal «Gilberto Owen». Fue, por otro lado, titular de asignaturas como Lengua Indígena (taller de náhuatl clásico) y cursos de tarahumara en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Unidad Chihuahua; impartió cursos de inglés e historia de México en la Escuela Secundaria Bilingüe Isaac Newton (ESBIN).

En 1993 organizó, junto con Margot Heras, el Primer Encuentro de Escritores de Lengua Indígena del Estado de Chihuahua, que tuvo lugar como parte de las actividades de la Primera Semana Cultural Indígena, coorganizada por la UACH y el INI. No es coincidencia que todos estos eventos fueran los primeros de su tipo en Chihuahua en tiempos de Enrique Servín, pues bien sabido es que desde sus diversas posiciones, siempre impulsó interés y apoyo a los pueblos originarios y sus formas culturales.

La década de 1990 y los primeros años del siglo XXI verían a Enrique Servín desarrollarse como jefe del área de literatura del Departamento de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Chihuahua, jefe del área de culturas étnicas del Instituto Chihuahuense de la Cultura (ICHICULT) del Gobierno del Estado; editor de diferentes esfuerzos literarios en lenguas originarias como el periódico «Ukí», en tarahumar. A la par, Enrique sería coordinador de talleres tanto en español como en tarahumara, y para 2005 fue nombrado jefe del área de eventos de literatura y culturas étnicas del Festival Internacional Chihuahua, proyecto especial del ICHICULT.

continuará…


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